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Alma N° 1 – César Brandon Ndjocu

Actualizado: 5 abr 2023

No hay nadie más despierto que una persona con sueño(s).

Será por eso que no puedo dormir. Y que hoy, recordándote, tengo esa sensación de… esa sensación… esa sensación de que soy la persona más feliz del mundo.

¿Te acuerdas? Fue en aquel restaurante de comida rápida y servicio moderado; en medio de una lenta digestión. Olía a café. Tú solías decir «que las mejores historias ocurren en lugares que huelen a café». Historias de las que uno, o dos, nunca se olvidan. ¿Te acuerdas? Olía a café. Claro que te acuerdas. Tus manos acariciando las mías; tus labios atando mis nudillos en un beso. Era la primera y la última vez, después de muchas veces más contigo, que una niña me besaba en la mano como si fuese el fin del mundo, o el fin de los besos; o no sé exactamente cómo expresarlo, pero se sentía como el fin de algo que no tenía intención de acabar. Y perdona mi torpeza, tú que veías belleza en la imperfección. Déjame decirlo así: me besabas como sólo tú sabes besar. ¡Dios! Mejor no intento explicar cómo se sentían tus besos en mi boca.

Me acuerdo. ¿Te acuerdas? Sonará poco cuerdo, pero estarás de acuerdo conmigo en que la cordura no era nuestro fuerte; en que la locura era nuestra debilidad; en que amar era un arte del desastre: derribar para construir y construir para derribar. Me acuerdo. Tú en tu mundo y tu mundo en… ¡tú! Tus silencios mirando a no sé dónde porque te estoy mirando a ti mirar. ¡Dios! Qué hay más hermoso que un paseo en tus silencios, flotando en una de tus indestructibles burbujas de hormigón armado. Esas en las que tus labios eran un letrero que advertían: ¡la compañía no se hace responsable de los besos hurtados o sustraídos en sus instalaciones! Me acuerdo de la niña de la bata de colores, del pañuelo en blanco y negro, de los ojos sepia, y de la sonrisa que hacía temblar a cada uno de mis tumores… ¡fuiste tú quien me hizo comprender cuánto miedo les tiene el cáncer a las ganas de vivir!

Me acuerdo. Aquel día te inventaste la teoría de Las Almas de Brandon. Me dijiste que era capaz de sentir cosas que nadie más podía sentir; que podía ver colores que nadie más podía ver y que escuchaba sonidos que nadie más podía oír. Me dijiste que siendo uno, podía ser mil personas a la vez; que el universo me había elegido a mí para ser su recolector de almas, y que estaba OBLIGADO a contar las historias de todas las almas que habitan en mi interior. Me dijiste tanto, como lo de que tenía esa cosa que te hacía dudar de si era un genio, o un idiota con muy buenos reflejos. Hasta poniéndome a parir me hacías reír. Me hiciste sentir especial… Y ya sabes que soy más de escribir que de hablar, pero… este es tu funeral. Y por la chica que me enseñó a ser yo mismo, siempre romperé las reglas. Y puede que llegue algo tarde, pero ahora entiendo a qué te referías cuando dijiste que «volar no es sempiterno, porque hasta los aviones… mueren en la tierra».

P. D.: Todavía tengo la servilleta en la que firmaste, en pleno uso de tus facultades bajo la influencia de la quimio, que me cedías todas las acciones sobre tu alma.

P. D. DE LA P. D.: Cuidaré bien de ella.

P. D. DE LA P. D. DE LA P. D.: Casi se me olvida decirte que te quiero. ¡Te quiero!


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